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Un país logra esquivar el golpe de China después de que jugara su carta más poderosa en la guerra tecnológica

China lleva años utilizando las tierras raras como una de sus principales herramientas de presión económica. Estos elementos, esenciales para fabricar componentes electrónicos, motores eléctricos o baterías, son un recurso estratégico en la disputa tecnológica global.

La semana pasada, Pekín endureció los controles de exportación y añadió cinco minerales más a la lista de materiales restringidos. Además, anunció que cualquier producto fabricado fuera del país que contenga más de un 0,1% de materiales de origen chino necesitará una licencia de exportación, una medida que pretende extender su influencia incluso más allá de sus fronteras.

Sin embargo, el golpe no ha surtido el efecto que China esperaba. El país que domina la producción mundial de chips no parece preocupado: sus fábricas no dependen de esos minerales chinos, y su ministro de economía ha dejado claro que el impacto será mínimo.

Cómo un gigante tecnológico esquivó la trampa

La Industria Del Chip En Taiwan
© Vishnu Mohanan – Unsplash

En el corazón de esta historia está un territorio que produce más del 60% de los semiconductores avanzados del mundo. Su fortaleza se basa en empresas como TSMC, la mayor fundición de chips del planeta, que fabrica los procesadores usados por gigantes de la inteligencia artificial y la electrónica global.

Según las autoridades locales, las tierras raras afectadas por las restricciones chinas no son las que utiliza la industria de semiconductores de Taiwán. En cambio, los materiales necesarios provienen principalmente de Estados Unidos, Europa y Japón, lo que deja a su sector tecnológico en una posición mucho más estable frente a las presiones de Pekín.

Mientras tanto, China busca compensar su desventaja en los chips más avanzados apostando por dominar los llamados “chips maduros”, menos potentes pero esenciales para vehículos eléctricos, drones y maquinaria industrial. Esa estrategia podría convertirla en un jugador clave en segmentos donde la eficiencia y el volumen importan más que la sofisticación técnica.

Efectos secundarios y tensiones en aumento

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© Shutterstock – Joshua Sukoff.

Aunque Taiwán parece a salvo de los efectos directos, las cadenas globales de suministro sí podrían resentirse. Algunos equipos esenciales, como los escáneres UVE de la empresa holandesa ASML, usan imanes fabricados con tierras raras chinas y podrían enfrentar retrasos o encarecimientos si las restricciones se amplían.

El contexto general es una guerra comercial que no muestra señales de tregua. Estados Unidos respondió de inmediato: el presidente Donald Trump anunció aranceles adicionales del 100% a las importaciones chinas, en lo que se interpreta como un nuevo capítulo del pulso entre ambas potencias.

El clima internacional se tensará aún más a finales de octubre, cuando se espera una reunión entre Trump y Xi Jinping en Corea del Sur, donde ambos líderes intentarán redefinir las reglas del juego tecnológico mundial.

El tablero tecnológico global, en plena reconfiguración

El dominio de las tierras raras ha sido durante años una llave del poder económico de China, pero este episodio demuestra que su influencia ya no es absoluta. El hecho de que un país tan dependiente de la alta tecnología haya resistido el golpe indica que las cadenas de suministro se están diversificando y que el poder de coerción de Pekín enfrenta límites concretos.

En la nueva economía mundial, donde cada componente cuenta, el futuro se decidirá no solo en los laboratorios o en las minas, sino también en la capacidad de resistir la presión geopolítica sin ceder en innovación ni soberanía tecnológica.

[Fuente: Xataka]

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