La carrera espacial ya no se libra solo entre agencias estatales. Empresas privadas chinas, respaldadas por el gobierno de Pekín, han entrado en el terreno donde Elon Musk parecía invencible: los cohetes reutilizables. Tras años de pruebas discretas y tropiezos técnicos, tres proyectos clave han pasado a la fase crítica. Y todos apuntan a un mismo objetivo: igualar al Falcon 9 de SpaceX, pero con precios mucho más bajos.
El trío que desafía a Musk

Los protagonistas de esta ofensiva son Tianlong-3 (de Space Pioneer), Zhuque-3 (de LandSpace) y el gubernamental Long March-12A. Cada uno con matices, pero con una misma premisa: lanzar cargas similares a las del Falcon 9, recuperar la primera etapa hasta 20 veces y reducir el coste por lanzamiento a casi la mitad.
En septiembre, el Tianlong-3 superó su prueba estática más compleja con nueve motores encendidos durante 35 segundos. Poco después, LandSpace encendió su Zhuque-3 de metano y acero inoxidable, capaz de llevar más de 18 toneladas a órbita baja. Y el Long March-12A ya tiene programado su debut orbital. Para Pekín, la urgencia es evidente: desplegar miles de satélites de sus megaconstelaciones Guowang y Qianfan, que apenas han alcanzado un 1% de sus objetivos.
Un déjà vu tecnológico

Lo que está en juego no es solo capacidad espacial, sino un modelo industrial. La estrategia recuerda a lo ocurrido con Tesla: Musk dominó el mercado de coches eléctricos hasta que BYD y otras firmas chinas lo superaron con precios más bajos y producción masiva. En 2024, BYD ya había destronado a Tesla como el mayor vendedor mundial de vehículos eléctricos.
Ahora Pekín aplica la misma receta al espacio: competencia interna feroz, apoyo estatal y fabricación a gran escala. Si los números se cumplen, SpaceX podría verse atrapado en una ecuación imposible: competir contra cohetes casi idénticos, pero mucho más baratos.
La fragilidad del monopolio

SpaceX lanzó 138 cohetes en 2024 y espera rozar los 200 este año. Pero China no necesita igualar ese ritmo con un único actor: basta con que una docena de compañías privadas despeguen una vez al mes para equilibrar la balanza. Y la tendencia apunta a que esa frecuencia será superada en pocos años.
Los fallos técnicos no han faltado: desde pruebas que terminaron en explosiones hasta motores con dudas de fiabilidad. Pero en esta industria, los tropiezos se consideran parte del proceso. Y si algo ha demostrado China en sectores como el 5G, la inteligencia artificial o los drones, es que sabe aprender rápido.
Una amenaza que se acerca
La gran incógnita ya no es si China podrá construir cohetes reutilizables, sino cuándo los pondrá a funcionar de forma rutinaria. Si Tianlong-3 cumple su promesa de 30 misiones anuales a precios entre 26 y 63 millones de dólares, SpaceX se enfrentará a la misma tormenta que Tesla en el mercado chino: precios agresivos, producción en masa y una competencia feroz en su propio terreno.
La batalla por la órbita baja se intensifica, y puede que el verdadero desafío para Musk no esté en Marte, sino en la sombra de unos cohetes que despegan desde el otro lado del planeta.