En una conferencia celebrada en el Centro de Lanzamiento de Satélites de Jiuquan, funcionarios del programa espacial chino confirmaron que el desarrollo de sus principales sistemas para una misión tripulada a la Luna progresa “de forma fluida”. Zhang Jingbo, portavoz de la Agencia Espacial de Misiones Tripuladas (AEMT), detalló que tanto el cohete Larga Marcha-10 como la nave Mengzhou, el módulo lunar Lanyue, el traje espacial Wangyu y el vehículo de exploración Tansuo ya superaron la fase de prototipos inicial.
Durante este año, se completaron pruebas críticas, como la del sistema de propulsión de la segunda etapa del Larga Marcha-10, la verificación de aterrizaje y ascenso del módulo Lanyue y los ensayos de seguridad del sistema de escape de la nave Mengzhou. El objetivo, según el portavoz, sigue siendo “mantener el rumbo para lograr el primer alunizaje tripulado antes de 2030”, pese a los elevados requisitos técnicos y la complejidad del calendario.
Estados Unidos, frenado por Starship

Mientras Pekín acelera, Washington se encuentra en punto muerto. La misión Artemis 3 de la NASA —que debía llevar a la primera mujer a la superficie lunar— está prevista, en teoría, para 2027. Pero pocos en la industria aeroespacial creen que eso ocurra.
El problema tiene nombre: Starship, el megacohete de SpaceX diseñado para realizar el aterrizaje lunar. Tras once vuelos de prueba fallidos, la nave ni siquiera ha conseguido alcanzar la órbita terrestre. Sin una Starship funcional, la NASA no puede llevar a cabo la parte crucial de su misión: el descenso y regreso desde la superficie lunar.
Como alternativa, la agencia estadounidense ha comenzado a estudiar opciones con Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, que sí logró alcanzar la órbita con su lanzadera New Glenn en enero pasado. Sin embargo, su sistema de alunizaje aún está a años de ser operativo.
El nuevo administrador interino de la NASA, Sean Duffy, admitió recientemente que podrían reabrir el contrato de Artemis 3 a otros proveedores, una señal clara de que los plazos iniciales ya no son realistas.
Próximos pasos del programa chino
China, en cambio, tiene su calendario bien definido. Durante los próximos meses, llevará a cabo la integración completa del módulo Lanyue, además de ensayos de escape térmico y presión máxima en la nave Mengzhou, y vuelos de verificación a baja altitud del Larga Marcha-10.
El portavoz Zhang insistió en que el programa mantiene el “espíritu de las misiones históricas” y que todos los equipos “trabajan con disciplina militar” para cumplir los plazos. El país ya ha logrado hitos inéditos, como el alunizaje de la sonda Chang’e 4 en la cara oculta de la Luna y el envío de un rover a Marte con la misión Tianwen-1.
Además, China planea construir junto con otras naciones una base científica internacional en el polo sur lunar, una zona rica en hielo y minerales estratégicos que podría convertirse en el epicentro de la próxima etapa de exploración espacial.
La Luna, nuevo escenario de competencia global
El anuncio de Pekín supone algo más que un logro tecnológico: marca el retorno de la rivalidad espacial entre las dos potencias más grandes del planeta.
Mientras EE. UU. lucha contra los retrasos de su sector privado, China avanza bajo un modelo estatal centralizado, con recursos concentrados y metas a largo plazo.
Si cumple su promesa, el país no solo logrará posarse en la Luna antes de 2030, sino que podría redefinir el liderazgo global en la exploración espacial.
En la nueva carrera lunar, la cuestión ya no es quién llega primero, sino quién logra quedarse allí.