La idea sonaba perfecta: trabajar desde casa para una gran tecnológica, sin mudarse, sin fronteras, con horarios flexibles y sueldo internacional. Durante años, España fue uno de los países más codiciados para ese sueño del teletrabajo global. Pero la realidad resultó ser mucho menos digital: el marco legal español convirtió ese ideal moderno en un rompecabezas burocrático.
Hoy, mientras los ingenieros españoles se forman para trabajar en remoto, las empresas extranjeras comienzan a evitarlos por un motivo tan simple como contundente: contratar en España cuesta casi lo mismo que abrir una empresa en España.
Todo empezó con una pregunta inocente

Cuenta Xataka que un programador español escribió en X para preguntar al CEO de Vercel si seguían contratando en España. En la lista de ofertas ya solo aparecían vacantes en Alemania y Reino Unido, aunque antes sí había opciones para trabajadores españoles.
La respuesta del directivo fue breve, pero contundente: “Lamentablemente, tuvimos que salir de España. Era increíblemente difícil contratar y expandir nuestra empresa allí. ¡Lo intentamos!”.
Esa frase fue suficiente para encender un debate que lleva años flotando en silencio: ¿por qué las grandes tecnológicas prefieren no contratar talento español en remoto?
Un mercado con más trabas que teclas
En teoría, el teletrabajo prometía un futuro sin fronteras. En la práctica, la legislación española convirtió ese sueño en un laberinto burocrático. El analista laboral Gergely Orosz lo resumió bien al comentar el caso: las empresas pueden ofrecer puestos remotos, sí, pero solo dentro de países donde las regulaciones no conviertan cada contratación en un mar de trámites.
Porque, según la ley, trabajar desde casa en España equivale a trabajar físicamente en España. Eso significa que una empresa extranjera que quiera contratar a un desarrollador español tiene que cumplir con las mismas obligaciones fiscales y laborales que si abriese una oficina en Madrid.
Debe registrarse en la Seguridad Social, obtener un Número de Identificación Fiscal, designar un representante legal e incluso tener un “establecimiento permanente” en el país. En otras palabras: para fichar a un solo programador español, hay que crear una estructura de empresa completa.
El teletrabajo que no existe ante Hacienda

El Convenio Tributario sobre la Renta y el Patrimonio lo deja claro: no hay diferencia entre empleo presencial o remoto. Si el trabajador reside fiscalmente en España, la empresa debe tributar en España.
Esto genera un efecto colateral curioso. El mercado español, repleto de talento técnico, se vuelve poco atractivo para compañías globales que podrían contratar fácilmente en otros países con sistemas más simples. Estados Unidos, Reino Unido o India permiten relaciones laborales remotas con una flexibilidad que España no contempla.
Así, mientras el talento español busca su hueco en la economía digital, las reglas siguen diseñadas para una era en la que trabajar significaba fichar y sentarse en una oficina.
Soluciones que se parecen demasiado a trampas
Ante este panorama, algunas empresas optan por vías alternativas. Una de ellas consiste en que el trabajador se dé de alta como autónomo o cree una sociedad limitada, y facture sus servicios como proveedor externo.
Pero este camino tiene dos problemas. Primero, el riesgo del falso autónomo: si la relación laboral encubre una dependencia real, Hacienda puede considerarla irregular. Y segundo, la Agencia Tributaria podría interpretar que ese autónomo actúa como una extensión de la empresa extranjera, obligándolo a responder también por la matriz.
Hay otra opción, más segura pero más costosa: recurrir a intermediarios como Deel o Remote, conocidos como Employers of Record (EOR). Estas plataformas contratan legalmente al trabajador en España y luego lo “ceden” a la empresa extranjera. El problema es que encarecen los costes laborales entre un 10 % y un 20 %. En la práctica, eso hace que contratar a un ingeniero español sea más caro que a uno de otros países.
El talento está, pero el sistema no acompaña
España forma cada año a miles de ingenieros de software, expertos en IA, analistas de datos y diseñadores UX. Muchos de ellos trabajan en inglés, en remoto y con experiencia internacional. Pero el marco legal no parece diseñado para ese tipo de empleo.
“Para contratar a una sola persona en España, necesitas cumplir con los mismos requisitos que para mil”, explicaba el fundador de Vercel. Si una empresa no tiene presencia comercial o una estrategia local en el país, simplemente no le compensa.
De esta forma, España acaba atrapada en una paradoja: produce talento global, pero dificulta que ese talento trabaje globalmente.
Un país remoto… pero solo para los demás

El caso de Vercel no es aislado. Ocurre con startups de Silicon Valley, con compañías europeas y hasta con proyectos open source que quisieran incorporar desarrolladores españoles. La idea de un trabajo sin fronteras choca contra una normativa que sigue pensando en fronteras fiscales.
En un mundo donde las empresas buscan talento sin importar el lugar, España sigue pidiendo papeleo como si lo remoto necesitara permiso de residencia.
El sueño remoto que España aún no sabe aprovechar
España es uno de los países mejor preparados para el teletrabajo: buena conexión, bajo coste de vida, clima, huso horario europeo. Pero su legislación no acompaña. Y mientras tanto, los puestos remotos se van a Polonia, Portugal o Estonia.
El talento español no falta. Faltan las condiciones para que ese talento pueda ser contratado sin que una empresa extranjera tenga que convertirse, literalmente, en una empresa española.
Hasta que eso cambie, España seguirá siendo un país remoto… pero para las oportunidades.