El Concorde fue un prodigio tecnológico, pero también un aviso temprano: volar más rápido que el sonido es posible, hacerlo rentable y sostenible no. Su retirada en 2003 dejó claro que el consumo de combustible, el ruido y los costes de mantenimiento eran barreras difíciles de salvar.
Desde entonces, agencias y startups han intentado reabrir la puerta del vuelo comercial supersónico. Hoy, una compañía poco conocida propone atacar el núcleo del problema: la propulsión.
Duality: un motor que cambia de personalidad en pleno vuelo

La startup Astro Mechanica, con sede en California y respaldo de United Airlines, desarrolla Duality, un sistema de propulsión que promete algo inédito: pasar del despegue subsónico a Mach 3 sin disparar el consumo.
La idea no es añadir más potencia, sino usar la potencia correcta en cada fase del vuelo. Para ello, Duality integra una arquitectura híbrida-eléctrica que desacopla la generación de energía del empuje, permitiendo adaptar el motor a la velocidad y la altitud como si fuera una transmisión de múltiples marchas.
La clave técnica: electricidad para gobernar el compresor
En los motores a reacción convencionales, el compresor gira ligado al régimen del motor. Eso limita la eficiencia fuera de un rango estrecho de velocidad-altitud. Duality rompe esa dependencia: motores eléctricos hacen girar el compresor a las revoluciones exactas que convienen en cada momento.
Ian Brooke, fundador de Astro Mechanica, lo resume así: usar electricidad como “caja de cambios” del motor. El resultado es un sistema que se comporta como:
- Turbofán eficiente durante el rodaje, despegue y crucero subsónico.
- Reactor con postquemador al atravesar el régimen supersónico.
- Configuración tipo ramjet en las fases de máxima velocidad, donde la propia dinámica del aire aporta compresión adicional.
Todo sin detener etapas ni cambiar de motor.
Por qué esto reduce consumo (y ruido)
Los cohetes y postquemadores son voraces porque transportan o queman de más cuando no hace falta. Duality, en cambio, aprovecha la atmósfera como aliada: mezcla aire y combustible con precisión, y solo “empuja” fuerte cuando el régimen lo exige.
Además, durante operaciones en tierra y baja velocidad, el sistema puede funcionar sin el turbogenerador, reduciendo ruido y consumo. Es justo donde el Concorde era más ineficiente y problemático para aeropuertos.
El socio eléctrico: potencia donde más importa
Para mover el compresor con precisión, Astro Mechanica se apoya en motores eléctricos de flujo radial de Helix, conocidos por su densidad de potencia. Versiones actuales superan los 400 kW con pesos reducidos, y la hoja de ruta apunta a 950 kW por motor en la próxima generación.
Esa potencia permite separar “hacer energía” de “hacer empuje”, una arquitectura que mejora la eficiencia global y simplifica el control del motor a lo largo de todo el sobre de vuelo.
¿Más rápido que el Concorde?

En teoría, sí. Duality apunta a Mach 3 (≈3.700 km/h), frente al Mach 2 del Concorde. Pero el verdadero salto no es la velocidad máxima: es mantenerla sin un consumo prohibitivo y con alcance transoceánico —hasta 13.000 km— que haga viable el modelo de negocio.
A corto plazo, los sectores más beneficiados serían defensa y aeroespacial. El objetivo comercial exige además resolver ruido en tierra, certificaciones y costes operativos. La compañía prevé pruebas de vuelo del prototipo antes de 2028.
Por qué ahora (y no hace 30 años)
Tres factores confluyen hoy:
- Electrónica de potencia y motores eléctricos con eficiencias cercanas al 98% (especialmente con criogenia).
- Control digital capaz de gestionar transiciones complejas entre regímenes.
- Materiales y fabricación que soportan temperaturas y tensiones extremas con menor peso.
El Concorde no falló por ambición, sino por llegar demasiado pronto.
El regreso supersónico, con condiciones
Duality no promete milagros. Promete optimización. Si funciona como se espera, el vuelo supersónico comercial podría volver con menos ruido, menos consumo y más flexibilidad operativa.
Viajar de Madrid a Nueva York en dos horas ya no depende de nostalgia ni de músculo político, sino de si esta ingeniería adaptativa se sostiene fuera del laboratorio. Esta vez, la velocidad no quiere ir sola: quiere llegar con sentido económico.