En el puerto de Pearl Harbor, una estructura colosal volvió a captar todas las miradas. Su presencia es habitual, pero lo ocurrido recientemente no tiene precedentes: la gigantesca cúpula que la cubría fue retirada por completo, dejando al descubierto un entramado tecnológico que hasta ahora permanecía oculto. Lo que apareció bajo esa envoltura blanca pertenece a uno de los sistemas de vigilancia más avanzados del planeta.
El día en que la cúpula cayó ante todos
Desde hace décadas, el SBX-1 (el radar marítimo más grande del mundo) atraca periódicamente en Hawái para tareas de mantenimiento. Los habitantes de Pearl Harbor están acostumbrados a su silueta imponente, aunque pocas veces se cuestionan qué ocurre bajo la enorme cúpula que corona su estructura. Sin embargo, el 20 de noviembre marcó un antes y un después: por primera vez, esa cubierta de 30 por 37 metros fue desinflada por completo.
El motivo fue puramente técnico. La cúpula, que protege al radar de las inclemencias del clima y del ambiente marino extremo, había llegado al final de su vida útil. Su reemplazo obligó a retirarla, permitiendo que quedara expuesto uno de los sistemas de seguimiento de misiles más avanzados del mundo. La imagen, que recuerda a escenarios de ciencia ficción, se convirtió rápidamente en un espectáculo que se prolongará durante varios meses mientras avanzan las tareas de renovación.
Según explicó Joseph Davila, portavoz del Mando de Transporte Marítimo Militar, el SBX-1 suele recalar en la isla Ford cada 12 a 18 meses para revisiones, pero esta es la primera ocasión en la que puede verse completamente sin su cubierta protectora.
De plataforma petrolera a pieza clave de la defensa
El origen del SBX-1 es tan singular como su aspecto. A comienzos de este siglo, fue construido en Rusia como una plataforma semisumergible de perforación CS-50 para la empresa noruega Moss Maritime. En 2003, Estados Unidos adquirió la estructura y la reconvirtió en una plataforma de radar de banda X, especializada en el seguimiento de misiles balísticos. Desde 2006, forma parte activa del sistema de defensa estadounidense.
La transformación fue total. La plataforma autopropulsada alcanza los 119 metros de eslora por 72 de manga, con una altura total de 85 metros. Su tripulación está compuesta por unas 85 personas, y ha llegado a registrar despliegues continuos de casi dos años en el mar, con un récord de 662 días sin regresar a puerto.
Con el paso del tiempo, el SBX-1 dejó de ser una plataforma experimental para convertirse en una pieza estable dentro del entramado defensivo de Estados Unidos, operada por la Agencia de Defensa de Misiles (MDA).
El radar que ve más allá del horizonte
A diferencia de otros sistemas tradicionales, el SBX-1 no emplea una única gran antena giratoria. Su corazón está formado por 45.000 módulos emisores y receptores dispuestos en paneles, capaces de emitir y recibir señales con una precisión extrema. Para mantener operativo este conjunto, el sistema cuenta con un complejo circuito de refrigeración que hace circular cerca de 3.800 litros de propilenglicol por minuto.
Su especialidad es la telemetría de alta precisión durante el lanzamiento de misiles balísticos. Es capaz de seguir los objetivos desde la fase inicial de impulso hasta la separación de las ojivas, recogiendo datos críticos para la defensa antimisiles. Una de sus ventajas decisivas frente a los radares fijos es su capacidad de movimiento: puede reposicionarse hacia zonas estratégicas, adelantando su horizonte de detección y acercándose a posibles áreas de lanzamiento.
Esta movilidad permite mejorar de forma sustancial el aviso temprano y la precisión del seguimiento, algo que los sensores terrestres, por muy avanzados que sean, no siempre pueden igualar.

Distinguir lo real del engaño
Uno de los mayores desafíos en la defensa antimisiles es separar una amenaza auténtica de un simple señuelo. Aquí es donde el SBX-1 demuestra una de sus capacidades más valiosas. Su radar puede diferenciar con enorme fiabilidad entre una ojiva real y objetos diseñados para confundir a los sistemas defensivos.
Esta función es crucial dentro de la vasta red de sensores interconectados de la MDA, que trabajan de forma conjunta para detectar, seguir y facilitar la interceptación de misiles entrantes. Los datos recogidos por el SBX-1 se integran directamente en la cadena de defensa, apoyando a los interceptores terrestres desplegados principalmente en Fort Greely, Alaska, y en otros puntos estratégicos.
Qué sucede cuando el gigante entra en mantenimiento
Durante los períodos en los que el SBX-1 queda fuera de servicio, como ocurre ahora en Pearl Harbor, otros sistemas asumen parte de su función para evitar vacíos de cobertura. Entre ellos destacan sensores de largo alcance más modernos, como el Long-Range Discrimination Radar, que ni siquiera existía cuando el SBX-1 fue diseñado.
Sin embargo, estos sustitutos no logran replicar su mayor fortaleza: la posibilidad de navegar hacia regiones sensibles y situarse mucho más cerca de una potencial zona de lanzamiento. Esa capacidad de adelantarse al horizonte de detección sigue siendo única, incluso en una era de sensores fijos cada vez más sofisticados.
Una imagen inédita de la defensa moderna
Con la cúpula retirada, el interior del SBX-1 quedó expuesto como nunca antes. Para muchos observadores, la visión de su compleja estructura recuerda a escenarios de películas de ciencia ficción. Pero más allá del impacto visual, este momento excepcional permite comprender la escala real de los sistemas que operan, casi siempre lejos de la vista pública, en el entramado de la defensa moderna.
Mientras se trabaja en la sustitución de la cúpula, el gigantesco radar seguirá mostrando durante meses su esqueleto tecnológico al mundo. Una rareza que convierte a Pearl Harbor en el escenario donde, por primera vez, se puede observar sin velos uno de los ojos más poderosos jamás instalados sobre el mar.
[Fuente: La Razón]