El sueño de la semana laboral reducida ha vuelto a la mesa de debate. Esta vez no es la política quien lo impulsa, sino algunos de los grandes nombres de la tecnología y las finanzas. Bill Gates, Jensen Huang, Jamie Dimon y Eric Yuan aseguran que la inteligencia artificial permitirá trabajar solo tres días a la semana. Pero mientras los CEOs imaginan un futuro con más tiempo libre, los datos sugieren un panorama mucho menos optimista para la mayoría de los trabajadores.
La promesa de la IA según los ejecutivos

Bill Gates fue uno de los primeros en verbalizarlo: “Si las máquinas producen toda la comida y los demás productos, probablemente no habrá problema si solo trabajamos tres días a la semana”. Lo dijo en una entrevista con Trevor Noah, convencido de que la productividad extra de la IA liberará a las personas de la carga laboral.
Jensen Huang, al frente de NVIDIA, ha comparado este momento con la Revolución Industrial, que redujo la semana laboral de siete a cinco días. Según él, la inteligencia artificial podría llevarnos al siguiente escalón: menos de cinco días de trabajo. Jamie Dimon, CEO de JPMorgan, fue más concreto: la próxima generación trabajará “tres días y medio por semana”.
El CEO de Zoom, Eric Yuan, también se suma a la visión optimista: “Si la IA puede hacernos la vida mejor, ¿por qué trabajar cinco días?”. Para los líderes empresariales, la automatización se presenta como un aliado que devolverá a la sociedad algo que parecía imposible: tiempo.
El reverso de la automatización
Pero la realidad del mercado laboral no acompaña el discurso. Según el informe The Future of Jobs 2025 del Foro Económico Mundial, cerca de 92 millones de empleos desaparecerán en los próximos años debido a la automatización y la IA. A cambio, se crearán 170 millones de nuevos roles tecnológicos, lo que deja un saldo positivo. Sin embargo, la transición no será uniforme.
Los trabajos de oficina de nivel inicial son los más expuestos. Dario Amodei, CEO de Anthropic, advierte que podrían desaparecer por completo en apenas cinco años. Sam Altman, de OpenAI, va más allá y señala que la mitad de los empleos actuales cambiarán radicalmente en menos de una generación.
La IA no solo transforma la forma de trabajar, también redefine el valor del trabajo humano. Y ese ajuste no siempre implica menos horas y más libertad, sino lo contrario: mayor presión y menor remuneración en sectores ya vulnerables.
¿Menos días o más desigualdad?

El debate se centra en una pregunta clave: ¿la productividad que genera la IA se traducirá en mejores condiciones para los trabajadores o en mayores beneficios para las empresas? La historia reciente da pistas inquietantes.
En la industria del software, la IA ha comenzado a automatizar tareas básicas, pero en lugar de reducir las jornadas, el efecto ha sido una devaluación del trabajo: más exigencias y menos valor económico. La lógica del mercado, hasta ahora, ha priorizado el beneficio sobre la calidad de vida.
Así, mientras algunos imaginan semanas laborales de tres días, otros temen un escenario distinto: más desempleo, más precariedad y un modelo de jornadas reducidas reservado para quienes ya ocupan posiciones de privilegio.
El futuro en disputa
La inteligencia artificial abre un horizonte de posibilidades, pero también de riesgos. La tecnología, por sí sola, no garantiza una redistribución justa del tiempo y la riqueza. Esa decisión dependerá de cómo gobiernos, empresas y sociedades gestionen el cambio.
Quizá algún día sea posible trabajar solo tres días a la semana. La incógnita es si ese futuro será compartido por todos o si se convertirá en un privilegio más de unos pocos.