Europa quiere redes de nueva generación que sean rápidas, seguras y, sobre todo, menos vulnerables a presiones externas. La nueva Estrategia Digital Internacional de la Unión Europea, aprobada a finales de 2025, se mueve en un equilibrio delicado: cómo blindar sus infraestructuras críticas sin desconectarse del ecosistema global de innovación que hace posible el salto al 6G.
Un escudo digital para las redes críticas europeas

En el corazón de la estrategia está una idea clara: la neutralidad tecnológica tiene límites cuando entra en juego la ciberseguridad. Bruselas lleva tiempo señalando a proveedores que considera “de alto riesgo”, y las miradas apuntan directamente a los gigantes chinos Huawei y ZTE. El motivo no es solo técnico, sino político: las leyes de Pekín que obligan a las empresas a cooperar con el Estado en materia de datos se perciben como una amenaza para cualquier red crítica desplegada en Europa.
La UE no ha optado por un gran titular de “veto total”, pero el efecto práctico se parece bastante. El llamado toolbox de seguridad 5G —un conjunto de medidas de protección obligatorias— ya limita de forma muy estricta el uso de determinados proveedores en las partes más sensibles de la red, como el núcleo. El siguiente paso va más allá: integrar estas restricciones en la futura Ley de Ciberresiliencia, con un calendario de cumplimiento entre 2026 y 2027.
Si ese plan se concreta, las reglas no se aplicarán solo a la red móvil, sino también a elementos como la nube, los servidores, sistemas de inteligencia artificial o incluso equipamiento vinculado a la defensa. Europa quiere que la próxima generación de infraestructura digital nazca con un blindaje de seguridad desde el diseño.
Autonomía Estratégica Abierta: soberanía sin encerrarse en sí misma
La expresión que mejor resume la nueva filosofía europea es “Autonomía Estratégica Abierta”. No se trata de fabricar todo dentro de las fronteras de la UE, algo directamente irrealista, sino de garantizar que ningún proveedor o país pueda “cerrar el grifo” de la tecnología crítica.
Esa autonomía se apoya en tres pilares:
- Capacidades propias: más inversión en I+D, proyectos europeos de 6G, apoyo a startups y a actores como Nokia y Ericsson para reducir la dependencia tecnológica.
- Protección: excluir a proveedores de alto riesgo y reforzar la ciberseguridad en toda la cadena, desde los cables submarinos hasta el software de red.
- Alianzas: tejer acuerdos con socios de confianza, especialmente Corea del Sur, Estados Unidos y Japón, para compartir estándares, tecnología y despliegues.
En paralelo, Europa quiere dejar atrás las arquitecturas cerradas que atan a las operadoras a un único fabricante y avanzar hacia modelos distribuidos y más modulares. Aquí entran en juego conceptos como Open RAN (redes de acceso abiertas) y vRAN (redes virtualizadas), que permiten combinar equipos de múltiples proveedores en lugar de depender de soluciones integrales de un solo actor.
La soberanía, en este esquema, no significa aislamiento, sino capacidad de elegir y cambiar de proveedor sin desmontar toda la red.
Corea del Sur: el socio perfecto en la carrera hacia el 6G

En este rompecabezas, Corea del Sur encaja casi a la perfección. Es una potencia tecnológica, está profundamente integrada en la estandarización de futuras redes 6G y cuenta con gigantes industriales que pueden competir en la misma liga que los grandes actores chinos.
La mejor prueba la encontramos en la alianza entre Samsung y Vodafone para desplegar tecnología Open RAN a gran escala en Europa, con Alemania como primer terreno de juego. El acuerdo prevé miles de emplazamientos en los próximos cinco años, utilizando redes virtualizadas multi-generación (2G, 4G, 5G) y radios compatibles con el estándar O-RAN.
El impacto de este tipo de despliegues se nota en dos frentes:
Menos “lock-in”: Open RAN permite que una operadora combine servidores de un proveedor, procesadores de otro y equipamiento de radio de un tercero. Eso rompe el bloqueo que generan los sistemas cerrados, en los que casi todo —hardware, software, mantenimiento— depende del mismo fabricante.
Más eficiencia y automatización: las soluciones vRAN de Samsung se apoyan en la virtualización y en herramientas de IA para optimizar el rendimiento de la red y reducir el consumo energético. Para el usuario, esto no solo significa redes más estables, sino también la posibilidad de que las operadoras reduzcan costes y reinviertan en cobertura y capacidad.
Corea del Sur se posiciona así como el gran “plan B” para Europa frente a China en el despliegue de redes críticas. Pero más que un simple reemplazo, se ha convertido en un socio con el que la UE puede co-diseñar la siguiente generación de estándares.
Una red europea más distribuida… y más política que nunca
Las decisiones sobre quién instala antenas, gestiona la nube o despliega plataformas de IA tienen ya una carga política tan grande como la económica. En ese contexto, Europa trata de no repetir errores: reducir su exposición a proveedores sobre los que no tiene garantías jurídicas, diversificar la cadena de suministro y reforzar la resiliencia de su infraestructura.
El movimiento no se limita a las redes móviles. Proyectos como IRIS² y GOVSATCOM —las grandes apuestas europeas para disponer de sus propios sistemas de comunicaciones satelitales— encajan en esta misma lógica: menos dependencia de terceros, más control sobre la infraestructura estratégica.
El camino hacia el 6G será una combinación de tecnología, regulación y diplomacia. Europa ha decidido que no caminará sola, pero sí elegirá cuidadosamente con quién lo hace. El mensaje que lanza a la industria es claro: el precio importa, pero la confianza vale más.
[Fuente: Xataka]