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Reclinar el asiento ya no es gratis: la nueva tarifa que muestra hasta dónde llega el modelo ‘low cost’

Lo que comenzó como un detalle de cortesía para viajar más cómodos se ha transformado en un servicio premium. La aerolínea canadiense WestJet ha introducido una tarifa extra para quienes deseen reclinar su asiento, una función que ya no estará disponible para todos los pasajeros.

Solo aquellos que paguen por una categoría superior —Extended Comfort o Premium— podrán disfrutar de ese pequeño margen de comodidad. Según explicó la vicepresidenta de la compañía, Samantha Taylor, esta decisión responde a la intención de ofrecer “una gama más amplia de productos”, una forma elegante de decir que el confort ahora tiene precio.

Detrás de esta medida hay una tendencia más profunda que se repite en todo el sector: la fragmentación deliberada de la experiencia del cliente, donde cada servicio —del equipaje al asiento o incluso la impresión del billete— se convierte en una oportunidad de negocio.

De los vuelos baratos a las tarifas por respirar

Asiento Reclinable Low Cost
© JC Gellidon – Unsplash

En los últimos años, las aerolíneas de bajo coste han perfeccionado el arte de cobrar por lo básico. Primero fue el equipaje de mano. Luego, la elección de asiento. Después, la prioridad de embarque. Ahora, incluso reclinar el respaldo se considera una mejora opcional.

La razón es sencilla: más asientos, más beneficios. Los modelos de cabina con respaldos fijos permiten añadir una fila extra por avión, aumentando el número de pasajeros y reduciendo el mantenimiento. Además, eliminan una de las fuentes más comunes de conflictos a bordo: los roces entre quien reclina y quien se queda sin espacio.

Pero lo que para la aerolínea es eficiencia, para el pasajero se traduce en incomodidad. Viajar barato nunca había salido tan caro.

El negocio de los suplementos: miles de millones en el aire

El sistema funciona, y los números lo demuestran. Según datos citados por la emisora canadiense 98.5 FM, las aerolíneas ingresaron 117.900 millones de dólares en 2023 solo por servicios adicionales, lo que equivale al 14,7% de los ingresos globales del sector.

Antes de la pandemia, en 2019, esa proporción era del 12%, y una década atrás, apenas del 6,7%. La tendencia es clara: cada año, las aerolíneas dependen más de los recargos que de la venta directa de billetes.

La decisión de WestJet de cobrar por reclinar el asiento no es una anécdota aislada: es un símbolo del nuevo paradigma del transporte aéreo, donde el billete básico garantiza solo una cosa: llegar de un punto A a un punto B. Todo lo demás —comodidad, espacio, flexibilidad o trato humano— se factura aparte.

La experiencia del viajero, troceada y en venta

El modelo “low cost” nació con la promesa de democratizar los vuelos, pero hoy amenaza con segmentar el cielo entre quienes pueden pagar por el confort y quienes se resignan a viajar en modo supervivencia.
El asiento reclinable se convierte así en el nuevo símbolo de un fenómeno más amplio: la mercantilización absoluta del viaje, donde cada centímetro de espacio y cada gesto de bienestar se convierten en un producto más.

Quizás, algún día, incluso el derecho a mirar por la ventanilla tenga su propio recargo.

[Fuente: Infobae]

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