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Tras declararse claro ganador de la carrera por el internet satelital, Starlink ahora apunta a un nuevo y ambicioso plan para continuar ganando terreno

Durante años, el acceso a Internet por satélite fue sinónimo de lentitud, latencia y precios altos. Pero eso cambió cuando una empresa privada decidió poblar la órbita baja con miles de satélites que prometían una conexión más rápida, estable y global.

Hoy, los datos lo confirman: la guerra del Internet satelital ya terminó. Las compañías que dependían de satélites geoestacionarios a 36.000 kilómetros de altura —tecnología que dominó el mercado durante décadas— no han podido resistir el avance de la nueva constelación.

Las mediciones de Ookla muestran una diferencia abismal: la red de satélites de órbita baja ofrece una latencia media de 45 milisegundos, frente a los 680 milisegundos de sus competidores tradicionales. En velocidad, la ventaja también es clara: el nuevo servicio es más del doble de rápido que los de HughesNet o Viasat.

El resultado ha sido devastador para la vieja guardia: mientras esta pierde suscriptores a ritmo acelerado, la red de Elon Musk supera ya los seis millones de clientes activos. Y no es casualidad. La empresa controla todo el proceso: fabrica sus cohetes, construye sus satélites y los lanza cada pocos días, en una cadena industrial que ninguna otra compañía espacial puede replicar.

Una constelación que ya domina la órbita terrestre

Constelacion Starlink Contaminacion Orbital
© @astro_Pettit – X

En apenas seis años, esta red ha desplegado más de 10.000 satélites, de los cuales unos 8.700 están actualmente operativos. Para ponerlo en perspectiva, dos de cada tres satélites activos en el mundo pertenecen a esta constelación.

El ritmo de lanzamientos es tan alto que el cohete Falcon 9, el caballo de batalla de SpaceX, se ha convertido en el vehículo más reutilizado y eficiente de la historia espacial. Cada vuelo coloca decenas de satélites nuevos en órbita, ampliando una red que ya cubre la práctica totalidad del planeta.

Pero el verdadero salto está por llegar. La compañía no planea detenerse en los servicios rurales o remotos: ahora busca competir directamente con las redes de fibra óptica y cable, ofreciendo velocidades comparables —y una cobertura que las operadoras terrestres no pueden igualar.

El siguiente paso: Internet directo al móvil

Direct To Cell Starlink
© Nathan Dumlao – Unsplash

Para lograrlo, la empresa ha comenzado a desplegar un servicio “Direct to Cell”, que permite conectarse directamente desde un teléfono móvil 4G o 5G sin necesidad de antenas terrestres.

Además, ha iniciado una ambiciosa expansión hacia nuevos mercados: compró espectro radioeléctrico clave, negoció acuerdos con operadores móviles y dejó atrás a competidores emergentes como AST SpaceMobile, que aspiraban al mismo segmento.

Con estos movimientos, la empresa ya no compite solo en el espacio: está infiltrándose en la infraestructura terrestre de telecomunicaciones, apuntando a un futuro donde la conexión no dependa de cables, torres o cobertura local.

Starship: el plan maestro detrás de la red global

El megacohete Starship se prepara para su undécimo vuelo: SpaceX traslada la nave a la plataforma de Starbase y ultima pruebas antes del lanzamiento
© X / @SpaceX.

El paso definitivo será Starship, el gigantesco cohete de nueva generación que multiplicará la capacidad de despliegue. Hasta ahora, los satélites de segunda generación (V2 Mini) estaban limitados por el tamaño del Falcon 9, pero los nuevos V3, diseñados para Starship, serán mucho más grandes y potentes.

Cada lanzamiento de Starship añadirá 60 terabits por segundo de capacidad de descarga a la red, una cifra 20 veces superior a la actual. En otras palabras, un solo vuelo podría ampliar el ancho de banda global de la red más que todos los lanzamientos de 2024 combinados.

Con este salto, la compañía pretende democratizar la conectividad de gigabits, unificando satélite, móvil y fibra bajo una sola arquitectura planetaria. Si el plan funciona, ya no habrá zonas sin conexión, y el monopolio de la banda ancha terrestre podría tener los días contados.

Un futuro conectado desde la órbita

Lo que comenzó como un proyecto para llevar Internet a lugares remotos se está transformando en una red planetaria capaz de competir con las mayores operadoras del mundo.

Mientras el resto de la industria intenta adaptarse, la empresa de Musk ya está pensando en su próxima fase: una infraestructura que conecte no solo hogares y móviles, sino también vehículos, aviones, barcos y dispositivos IoT, en un ecosistema completamente integrado.

El futuro del Internet global, parece, no pasa por debajo de la Tierra, sino por encima de nuestras cabezas.

[Fuente: Xataka]

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