Para ver en Netflix: “Encerrados”, la nueva serie argentina

La premisa de Encerrados es tan simple como efectiva: una idea sólida de guion, un buen grupo de actores para ponerse al hombro cada historia y una realización puntillosa dentro de las limitaciones del formato. Con apenas esos tres pilares, Encerrados consigue convertirse en una delicia en 13 episodios unitarios que exploran diferentes géneros, pero que responden siempre a un mismo denominador común: el encierro (físico, mental o metafórico).

Dirigida por Benjamín Ávila, la serie se rodó originalmente en 2015 (contó con financiamiento del Incaa, a través del concurso “Series de Ficción” para productoras con antecedentes) y, por esas cosas que no se pueden explicar, durmió en el cajón de las postergaciones hasta estos días en que vio la luz por la plataforma Netflix.

Cada capítulo de Encerrados propone una aventura distinta. Y en diferentes medidas, cada uno de esos encierros episódicos nos dará –al menos– un motivo para disfrutarlo.

Por mencionar algunas de esas razones para el regocijo, tenemos a una soberbia (pero soberbia en serio) actuación de Silvia Pérez en una aventura en el lavadero de un edificio; tenemos una reunión de consorcio para chuparse los dedos en un sótano/cochera; tenemos un mano a mano entre brindis con Martín Piroyansky y Jorge Román que se convierte casi en una clase de actuación.
Tenemos terror; tenemos suspenso; tenemos incluso poesía y hasta narrativa experimental en cada una de esas porciones de historias con encierros en las que el concepto de límites y resistencias se vuelve un protagonista en sí mismo.