Miércoles, 9 de Octubre de 2019

Científicos lograron frenar el Alzheimer en ratones y abren las puertas de nuevos avances en su tratamiento

Investigadores demostraron que, después de un año de suministrar un fármaco anticoagulante, los animales no experimentaron pérdida de memoria ni disminución en la circulación cerebral. Los expertos esperan normalizar la circulación cerebral en enfermos con esta patología.

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Un equipo de investigadores demostró que el tratamiento con el fármaco dabigatrán, un anticoagulante oral de acción directa, retrasa en ratones la aparición de la enfermedad de Alzheimer.

Los resultados se publicaron en la revista Journal of the American College of Cardiology (JACC) y, según sus responsables, abren la puerta a un posible futuro tratamiento para esta enfermedad.

La investigación está liderada por científicos españoles del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en colaboración con un equipo de la Universidad de Rockefeller de Nueva York (EEUU).

En concreto, los investigadores demostraron que, después de un año de tratamiento con dabigatrán, los animales no experimentaron pérdida de memoria ni disminución en la circulación cerebral.

Asimismo, se observó que esta terapia disminuía la inflamación cerebral, el daño vascular y reducía los depósitos del péptido amiloide, signos típicos del Alzheimer, informa el CNIC en una nota de prensa.

Este tipo de demencia afecta a más de 30 millones de personas en el mundo y está asociada a una disminución en la circulación cerebral, de manera que las células del cerebro no reciben todos los nutrientes y oxígeno necesarios y mueren.

También se conoce que el Alzheimer es un trastorno multifactorial con un componente pro-coagulante crónico.

Los fármacos aprobados hasta la fecha sólo ayudan temporalmente con los problemas de memoria, pero no consiguen detener ni revertir los síntomas.

El presente estudio combina técnicas fisiológicas y moleculares para demostrar que la anticoagulación a largo plazo con dabigatrán mejora la patogénesis del Alzheimer en ratones, relata en su comunicado el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares.

Este medicamento, con menos efectos secundarios que otros anticoagulantes clásicos, está aprobado para su uso en diferentes enfermedades humanas, como la prevención del ictus.

Marta Cortés Canteli, investigadora “Miguel Servet” del CNIC y responsable del estudio, destacó a la agencia de noticias Efe la necesidad de desarrollar terapias combinadas e individualizadas dirigidas a tratar los diferentes mecanismos que contribuyen al Alzheimer.

Uno de ellos, resume, es mejorar la circulación cerebral: “Ahora sabemos que el uso de tratamientos anticoagulantes orales podría resultar eficaz en aquellos enfermos de Alzheimer con tendencia procoagulante”.

“Retrasar la aparición de la patología, aunque sea unos años, supondría un aumento en la calidad de vida de los enfermos y tendría un impacto importante en el número global de personas que sufren esta enfermedad”.

Por su parte, Valentín Fuster, director general del CNIC y también autor del trabajo, indica que “las enfermedades neurodegenerativas están profundamente ligadas a la patología de los vasos cerebrales”

“El estudio del nexo cerebro-corazón en las enfermedades neurodegenerativas es el reto de la próxima década”, concluyó este científico.

En este sentido, a la espera de futuros análisis en humanos, esta investigación sugiere que dabigatrán podría ser un posible tratamiento futuro para normalizar la circulación cerebral en enfermos con Alzheimer.

Pero antes, explicó a Efe Cortés Canteli, hay que desarrollar una herramienta diagnóstica que identifique a aquellos pacientes con Alzheimer que presenten tendencia a coagular, y en eso es en lo que está inmerso el equipo.

Se cree que un porcentaje importante de los pacientes de Alzheimer tienen esta característica, lo que supone un factor que contribuye al desarrollo de la enfermedad, “por lo que se tendría que tener en cuenta a la hora del diagnóstico y tratamiento”, apunta esta científica.

Este estudio se inició en EEUU hace seis años con financiación norteamericana y ha podido finalizarse en España gracias a diversas ayudas nacionales y europeas que permitieron que Cortés Canteli trasladarse su línea de investigación de vuelta a España en 2015.


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