Martes, 5 de Octubre de 2021

Alerta deshidratación: el peligro latente que se potencia con el calor

El 60% del peso corporal total es agua. Cómo cuidarse en primavera y qué tener en cuenta para consumir más líquido.

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Más de la mitad de nuestro peso corporal proviene del agua. Entonces, si estos niveles están bajos, puede aparecer la deshidratación de diferentes maneras. Su forma leve puede causar cansancio, dolor de cabeza y afectar el estado de ánimo y la concentración. Cuando la persona se esfuerza en el gimnasio, todo ese sudor en realidad reduce la cantidad de sangre de forma momentánea.

Si no se bebe el suficiente líquido, es posible que se tenga sed y que la boca se sienta seca o pegajosa. Es probable también que no se orine con mucha frecuencia, menos de cuatro veces al día, que la cantidad de orina sea mínima y que esté oscura o tenga un olor fuerte. La persona deshidratada puede sentirse mareada o aturdida y puede desmayarse.

A medida que empeora, su sed aumenta. Su respiración y frecuencia cardíaca pueden ser más rápidas de lo normal. Puede sentirse confundido o de mal humor.

La deshidratación también puede dejarnos con menos energía y confusión mental. Un estudio, publicado en la revista Nutrients, reveló que obtener suficiente hidratación mejora la salud del cerebro y previene la somnolencia y el deterioro de la memoria.

La OMS considera que la cantidad adecuada de agua para consumo humano (beber, cocinar, higiene personal y limpieza del hogar) es de 50 litros por habitante por día. A estas cantidades debe sumarse el aporte necesario para la agricultura, la industria y, por supuesto, la conservación de los ecosistemas acuáticos, fluviales y, en general, dependientes del agua dulce. Teniendo en cuenta todos estos parámetros, se considera una cantidad mínima de 100 litros/habitante/día.

En Argentina, según el Ministerio de Salud, el consumo medio a nivel nacional real es del orden de los 180 litros por habitante por día, superando el promedio recomendado por la OMS. Sin embargo, existen al interior de nuestro país grandes diferencias regionales respecto del acceso al agua potable. Hay provincias argentinas que sufren la escasez de este recurso tan preciado. En consecuencia, se generan problemas de salud por deshidratación o por falta de alimentos, merced del deterioro y destrucción de los ecosistemas.

En este sentido, la ciudad de Buenos Aires, por el contrario, es una ciudad privilegiada a la hora de hablar de saneamiento y consumo de agua. Aproximadamente el 99% de su población cuenta con servicio de abastecimiento del agua potable, proviniendo ésta en su mayoría del Río de la Plata, según un informe del GCBA.

Con la llegada de la primavera, el calor aumenta y si no tomamos lo suficiente, sube el riesgo de deshidratación que puede afectar el rendimiento físico y mental sin que podamos darnos cuenta, y se convierte en uno de los mayores peligros de cara al verano. La importancia de realizar “tomas conscientes” de agua y generar “alarmas mentales” para recordar beber nuestra fuente de vida, resultan imprescindibles.

El 60% del peso corporal total es agua. Tres cuartas partes del cerebro y corazón están representadas por agua, así como el 83% de los pulmones y el 31% de los huesos. Sin embargo, a lo largo del día grandes cantidades desaparecen a través de la orina, el sudor, o incluso la respiración.

“La deshidratación se define como la disminución del agua corporal total producida por el desequilibrio entre las pérdidas de líquidos o fluidos y su ingreso, es decir que las pérdidas superan los ingresos”, explicó el doctor Edgardo García Espina (MN: 93723), jefe médico de Internación en la Clínica Zabala de Swiss Medical Group.

“Cuando tenemos sed es porque ya existe cierto grado de deshidratación, con lo cual hay que anticiparse bebiendo agua durante todo el día. En principio, nos podemos ayudar colocando alarmas en el celular que nos recuerden que debemos hidratarnos de forma continua, de esta forma realizamos un ejercicio consciente de una correcta hidratación”, añadió.

Una adecuada hidratación permite al organismo mantener un buen funcionamiento de muchas reacciones químicas internas, el adecuado equilibrio de muchos minerales como el sodio, potasio y calcio, entre otros, es decir que resulta fundamental para mantener el buen funcionamiento celular y de muchos órganos. Además, la deshidratación puede traer consecuencias graves sobre la salud, sobre todo en los grupos vulnerables, como lactantes, niños, ancianos, embarazadas y deportistas.

“A pesar de que la producción de sudor es baja estando en reposo, pueden llegar a exceder uno a dos litros por hora en deportistas que realizan ejercicios en climas cálidos y secos; en estas condiciones climáticas, niños y ancianos aumentan la pérdida de agua (por sudoración y respiración) produciendo deshidratación grave, situación que se puede agravar aún más en condiciones de enfermedad asociadas con fiebre, vómitos, diarrea, entre otras”, afirmó el experto.

¿Qué y cuánto beber a la hora de hidratarnos?

La sed es la mejor alarma de que a nuestro organismo le falta agua. El agua segura, bebidas deportivas, entre otras, contribuyen a hidratarnos; existen soluciones de rehidratación oral que contienen glucosa y minerales que según cada caso particular pueden ser indicadas por los médicos.

Tomar poca agua es tan malo como tomar mucha y en forma desmedida, por ello en gente joven y consciente el mecanismo de la sed es el mejor indicador. No ocurre lo mismo en el caso de los lactantes o ancianos que dependen de terceros, quienes son los responsables de asegurarles una hidratación adecuada.

Los requerimientos diarios de agua en los niños son muy variables ya que dependen de la edad y el peso. La recomendación general es que se debe consumir mucho líquido todos los días, sobre todo en días calurosos y mientras estén realizando ejercicios, incentivándolos a tomar agua cada 15 minutos mientras estén en actividad.

En el adulto se estima entre 30 y 35 ml/Kg/ día, para una persona de 70 kg aproximadamente, libre de enfermedad y en condiciones ambientales normales, serían alrededor de 2 a 2,5 litros diarios. Esta cantidad debe superarse en condiciones especiales de enfermedad, altas temperaturas o cuando realizamos ejercicios.

Las embarazadas y mujeres en tiempo de lactancia necesitan más de dos litros por día. Teniendo en cuenta que dos tercios del aumento del peso durante el embarazo se deben al agua, esta condición aumenta el volumen sanguíneo, ayuda a mantener una adecuada cantidad de líquido amniótico y crecimiento del feto.

De hecho, el huevo fecundado es un 90% de agua y en el embrión llega a un 85%; en el caso de la lactancia, si tenemos en cuenta que un 87% a 90% de la composición de la leche es agua, resulta obvia la importancia de mantener una ingesta hídrica adecuada si queremos preservar la cantidad y calidad de la leche. Durante el primer trimestre se deben tomar dos a dos litros y medio por día; durante el segundo y tercer trimestre, al igual que en el período de lactancia, aproximadamente tres litros diarios.


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